Capítulo séptimo

Comienza la segunda salida de don Quijote. No existe una interrupción entre el último capítulo de la primera salida y el primero de la segunda. La historia va fluyendo como algo continuo.

El cura y el barbero continúan con el escrutinio de los libros hasta que don Quijote comienza a dar voces llevado por un sueño de caballero.

Al comienzo de este capítulo, los de la casa, ya dan por hecha su locura y entran en su juego. Esto se constata en el momento en el que le dicen a don Quijote que la habitación ha sido tapiada por un mago, como si esto fuera lo más normal del mundo. Lo curioso de esto es que le queman los libros para que olvide sus fantasías pero ellos las fomentan entrando en su ficción.

En el título de este capítulo, “De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha”, es llamado caballero porque ya ha sido armado como tal, aunque dicha investidura fuera fallida por no tener los requisitos requeridos para tal fin.

En este capítulo, el escrutinio de libros queda interrumpido y el torneo soñado por don Quijote También. 

Aquí, la locura don Quijote sufre una transformación. Hasta el momento, el caballero había confundido su fantasía con la historia real pero en este momento pasa a confundir el sueño con la vigilia.  Esta vez, sueña que es Reinaldos de Montalbán. Don Quijote en esta escena se siente Reinaldos luchando contra Orlando por el amor de Angélica (poema caballeresco Orlando enamorado, de M. Boiardo)

A continuación, se terminarán de quemar todos los libros de mano del ama, que termina con los que quedaban, sin escrutinio alguno. De esta manera, parece que se quemaron algunos que debieron quedar. 

Más tarde, deciden tapiar la habitación donde estaban los libros. Así, don Quijote no podría volver a leer ningún libro pero, en este momento, tampoco le hace falta. Los tiene todos en la imaginación. Además,  el vive dentro de una aventura de ficción, en una novela de caballerías, que no es una sola, sino la síntesis de muchas de las que había leído. 

La desaparición de la biblioteca se le atribuye a un mago y don Quijote automáticamente piensa en el mago Frestón.

“–Así es –dijo don Quijote–; que ése es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado.”

Según dice Torrente Ballester: “Con la ficción del sabio Muñatón en boca de la sobrina, los demás personajes empiezan a entrar en el juego de don Quijote, quien, a su vez, encuentra empleado aquí el recurso de los encantadores, que él manejará “como una maza apabullante” para explicar las metamorfosis de la realidad”

Es en este punto de la novela, en la introducción de Sancho en la trama y en la decisión de realizar una nueva salida, donde algunos críticos piensan, que Cervantes dio el paso de la novela corta que tenía pensado escribir a la novela extensa. Otros piensan, que siempre tuvo en mente escribir una novela larga. 

El contraste entre la primera salida y la segunda, está en que esta salida se realiza de una forma mucho más tranquila. Don Quijote haciendo caso al ventero, realiza la segunda salida, en la compañía de su escudero, Sancho Panza y también reúne algún dinero para su viaje. En este momento, no anticipa ningún rasgo de lo que será el personaje de Sancho. En un primer momento, Este se presenta como un personaje simple y pegado a la realidad, aunque en el diálogo final ya asomará un rasgo de agudeza burlesca. 

“Dio luego don Quijote orden en buscar dineros, y, vendiendo una cosa, y empeñando otra, y malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad, Acomodóse asimesmo de una rodela, que pidió prestada a un su amigo, y , pertrechando su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su escudero Sancho del día y de la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester. Sobre todo le encargó que llevase alforjas; e dijo que sí llevaría, y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie.”

En este capítulo, podemos ver la polionomasia que se le aplica también a la mujer de Sancho que a lo largo de la novela aparecerá como Juana Gutierrez, Juana Panza, Teresa Panza y Teresa Cascajo.

Con la aparición de Sancho, comenzará el diálogo, que ya se había dado en el prólogo con el amigo imaginario y también con el ventero que le arma caballero. Desde el momento que aparece Sancho, cambia el rumbo de la estructura de la novela y se hace frecuentemente dialogada. El diálogo entre don Quijote y Sancho es uno de los rasgos técnico-estilísticos más importantes de la obra.


Capítulo octavo

Nada más empezar el capítulo octavo, comienza la famosa aventura de los molinos de viento. En esta aventura se enfrenta el héroe, en una batalla desigual, contra la fuerza bruta de unos gigantes que representan la personificación del mal. Sin mediar palabra, el héroe se enfrenta a ellos, no tiene duda de que representan al mal y se lanza sin miedo de forma justiciera contra ellos. Ese era uno de los objetivos principales del caballero don Quijote, combatir el mal. 

La estructura de la escena es a tres bandas, por una parte esta el héroe que quiere vencer al mal, por otra parte tenemos al escudero, Sancho, con su visión realista y por último están los gigantes o molinos. 

Después de haber pasado a la acción y haber salido don Quijote malparado, caballero y escudero comentan la acción. En ese diálogo cada uno opina sobre lo acontecido se reafirma en su posición y ve la situación según su manera de ver la vida. Este perspectivismo será una constante en toda la novela. Constantemente, asistiremos a los diálogos entre don Quijote y Sancho donde aparecerán las dos diferentes posturas ante la realidad.  Cervantes parece querer mostrar que ante un mismo hecho siempre habrá visiones distintas.

Se han hecho muchas interpretaciones sobre esta aventura. Algunos han reseñado la fuerza de voluntad del débil contra el fuerte. Otra interpretación, subraya la trascendencia que puede tener, el correr un riesgo desmesurado al servicio de un idealismo.  Asimismo, algunos lectores del Quijote han interpretado esta aventura con la que, según ellos, Cervantes quiso hacernos ver la importancia prioritaria de la motivación sobre el cálculo que se pueda hacer del posible resultado.

Tras esta aventura, vemos que don Quijote se sobrepone a su fracaso, pues no reconoce su error. Lo prioritario para él sigue siendo terminar con el mal del mundo y el orgullo de poder ofrecérselo a su amada Dulcinea.

“No fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. 

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: 

–Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino...”


Siguiendo con la lectura, encontramos la ya anunciada aventura de Puerto Lápice. Es una aventura de carácter novelesco, casi podríamos decir que con esos personajes podría escribirse una historia mucho más amplia. Personajes como la dama que viaja en el coche con destino a Sevilla, donde piensa embarcar para las Indias y su marido vizcaíno que ocupará un puesto de gobierno, son personajes que podrían evolucionar.  

Cervantes retrata aquí al vizcaíno cómico con su manera de hablar castellano, que se había convertido en un tópico literario de la época. 

A diferencia de la aventura de los molinos, la de Puerto Lápice tiene un contexto histórico.  

Al comienzo de esta aventura, Cervantes utiliza la hipérbole exagerando así el tamaño de los animales en los que venían montados dos frailes de la orden de San Benito.

“Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían.”

La escena podría ser cinematográfica y resulta muy moderna. Suceden dos hechos simultáneos. Los mozos apaleando a Sancho y don Quijote hablando con la dama que viaja en el carruaje. 

“Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido.”

Al final del capítulo, hay una inesperada interrupción de la narración que le da suspense a la historia y muestra que la obra esta llena de dinamismo.

En este parte del capítulo, se hace mención a un segundo narrador. Sabemos que el primer narrador es Cide Hamete Benengeli pero el segundo narrador podría ser Cervantes. Este juego de narradores muestra, también, el carácter irónico de la obra. El carácter irónico lo encontramos, asimismo, cuando se refiere a esta aventura como una apacible historia. 

“Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, no que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de La Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famosos caballero tratasen; y así, con esta imaginación no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte.”



Capítulo noveno

 Como ya hemos dicho, al final del capítulo anterior, aparece un segundo narrador que podemos identificarlo con Cervantes. Con esto, se hace patente, que el autor deseaba aparecer en la obra, como el auténtico escritor de la misma, aunque en ocasiones desaparezca, tapado por otros supuestos autores.

Aquí aparece también, el primer anotador de su obra. Debemos apuntar la ironía del nombre del primer cronista de las aventuras de don Quijote, Cide Hamete Benengeli. Cide es la traducción de señor, Hamete podría tomarse como una deformación de Hamed (el que alaba) y Benengeli es una deformación humorística de la palabra berenjena, todo ello tomado del árabe.

La estructura narrativa del Quijote es compleja porque además del primer cronista árabe, ya mencionado, está el traductor morisco y en tercer lugar Cervantes. Este quedaría como segundo autor que escribe la obra que el traductor le proporciona del autor árabe. De esta forma, Cervantes se siente libre para realizar los comentarios que le parezcan oportunos. 

Cervantes comenta la posible o no veracidad de los hechos narrados. El autor árabe es un historiador pero como árabe puede ser mentiroso y, además, Cervantes está escuchando la historia de boca de un traductor que no sabe hasta que punto es fiable.

Este capítulo supone un paréntesis en la dinámica de la narración hasta que, al final del mismo, se narra la historia ocurrida entre don Quijote y el vizcaíno. 

El autor, Aquí, introduce al propio autor como personaje y nos lo muestra paseando por una calle de tiendas de Toledo. Asimismo, aprovecha el paréntesis para hablar sobre la obra que está leyendo y comentar que esta es cercana e interesante.

También, Cervantes aprovechará para hacer una parodia de los libros de caballerías, utilizando recursos utilizados en muchas de estas obras. Un ejemplo de esto es que, el Quijote, lo va a encontrar en una tienda de Toledo, en un manuscrito escrito en árabe por lo que va a necesitar un traductor. 

En el prólogo del Amadís de Gaula Montalvo dice: “que por gran dicha paresció en una tumba de piedra que debajo de la tierra en una ermita, cerca de Constantinopla, fue hallada, y traído por un húngaro mercadero a estas partes de España, en letra y pergamino tan antiguo, que con mucho trabajo se pudo leer por aquellos que la lengua sabían.”

El manuscrito del Quijote llevaba un título concreto “Historia de don Quijote de la Mancha”, que no coincide con el de Cervantes, con lo que queda clara la autoría de dicho manuscrito independiente de su obra.

Cervantes crea en este capítulo el inicio de la novela moderna. No sólo crea una historia, sino que nos cuenta como la crea.  

A partir de este momento, el narrador no va a cambiar. Ya se da por hecho que la historia sale del manuscrito escrito por el historiador árabe, traducido por el morisco y editado y comentado por Cervantes.

Es de suponer, que el manuscrito encontrado por Cervantes en Toledo, contaba toda la historia narrada hasta el momento o incluso algo más. Quizá algo más de la vida de Alonso Quijano, pero esto nunca llegaremos a saberlo porque Cervantes retoma la historia donde la dejó, en la aventura con el vizcaíno.




Capítulo décimo

“De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno, y del peligro en que se vio con una turba de yangüese”

Este título resulta ser un despropósito. Cuando llegamos a este capítulo la aventura con el vizcaíno ya ha finalizado y la aventura con los yangüeses aun no comenzará hasta el capítulo XV.

Por primera vez, vemos un tranquilo diálogo entre don Quijote y Sancho, en el que queda expresada con mayor claridad la personalidad de Sancho. El diálogo, que va a constituir uno de los principales elementos de la novela, conseguirá que puedan sentirse acogidos el uno por el otro en las aventuras y desdichas que les ocurrirán a los dos. Este recurso, evita tener que utilizar un narrador omnisciente.

Al terminar la aventura, Sancho solicita a su señor que le de la ínsula prometida. De esta forma, la ínsula pasará a ser la excusa para que Sancho permanezca al lado de don Quijote.

Aquí, Cervantes menciona también el Bálsamo de Fierabrás. Fierabrás era un personaje de las leyendas carolingias que poseía un bálsamo milagroso capaz de curarlo todo y que se suponía que procedía del bálsamo utilizado para embalsamar a Cristo. 

“Si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sola una gota se ahorraran tiempo y medicinas. –¿Qué redoma y qué bálsamo es ése? –dijo Sancho Panza. 
–Es un bálsamo –respondió don Quijote– de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna.”

Asimismo, habla también del yelmo de Mambrino, al que se le suponía poderes mágicos. El que lo llevara estaría protegido. En este pasaje hace alusión al Orlando Furioso de Ariosto, en el que Reinaldos de Montalbán, protegido por el yelmo de Mambrino, que él había ganado, protegía su vida y terminó con la vida de Dardinel de Almonte, que en la obra no se sabe si Cervantes o don Quijote lo confunde con otro personaje de la obra de Ariosto, llamado Sacripante.

Avanzando en la lectura, hay una referencia a un episodio de Orlando enamorado de Boiardo, en el que un ejército de más de dos millones de soldados sitió el castillo de Albraca, en Asia, donde el rey de Catay había encerrado a su hija Angélica.

“–Engañaste en eso  –dijo don Quijote–; porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca, a la conquista de Angélica la Bella.”

A continuación, alude  a Soliadisa, nombre de una princesa del libro de caballerías Clamades y Clarmonda, pero cambia el nombre de la princesa y con él se refiere a Sobradisa que era un reino, que junto a Dinamarca formaban el mapa imaginario de Amadís de Gaula.

“–Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Soliadisa, que vendrán como anillo al dedo, y más que por ser en tierra firma, te debes más alegra.”

En este capítulo, Cervantes vuelve a recordar los romances cuando habla de la dura vida del Marqués de Mantua tras la muerte de Valdovinos, personajes que ya habían aparecido en la primera salida. 

Cervantes introduce, aquí también, un elemento de humanidad en el héroe, que en otros libros de caballerías no lo encontrábamos. Hablan de las necesidades de comer y de otros menesteres naturales, dándole a la ficción una perspectiva de realidad. 

“Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho; porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.”

“ Y aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que andando lo más del tiempo de su vida por las forestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces.”

En el capítulo, encontramos, también, un malentendido lingüístico. Sancho entiende mal la palabra homicidios, ya que en aquella época era una palabra culta y el la desconocía y la confunde con omecillos, que era un término popular que significaba riñas o rencores.



Capítulo undécimo 

Lo más relevante, aquí, es el discurso que hace don Quijote sobre la Edad de Oro.  La contemplación de un mundo apacible y el sabor de las bellotas transportarán a don Quijote a un mundo de otros tiempos, en el que la vida era distinta. 

Asimismo, se considera de interés la canción que canta Antonio acompañándose de un rabel. Este canta un romance muy al gusto de la época. Además, esta perfectamente adecuado al mundo de los pastores, con un lenguaje popular.

En sus últimos versos, este romance, tiene alguna inspiración religiosa. la expresión Lazadas de sirgo es una metáfora sobre el matrimonio y el cuello en la gamella exactamente lo mismo.

“Coyundas tiene la Iglesia
que son lazadas de sirgo,
pon tú el cuello en la gamella,
verás como pongo el mío.


En este capítulo, Cervantes coloca el escenario en el que se va a desarrollar la historia que nos contará en los cuatro siguientes. Estos cuatro capítulos formarán la primera novelita que encontramos intercalada dentro del Quijote

Don Quijote se encuentra cómodo entre los cabreros y acepta su realidad que la acomoda a su fantasía de caballero andante, sin ningún problema.

En este capítulo no existe acción, ni ninguna aventura que narrar, pero esto lo suple Cervantes con el dinamismo del discurso.

El capítulo comienza y finaliza con dos diálogos entre caballero y escudero. 

Queda patente, aquí también, las dos perspectivas de la vida de los dos protagonistas de la historia. Sancho más práctico en cuanto a sus necesidades y don Quijote, mucho más romántico.




Capítulo duodécimo

Cervantes introduce el primer relato del Quijote, el relato de Grisóstomo y Marcela. Se piensa que quizá podría haber pensado en intercalar relatos para entretener al lector. En la primera parte del Quijote tenemos muchos relatos intercalados. En la segunda parte, la de 1615, Cervantes ya sabía que su libro tenía éxito sin necesidad de intercalar otros relatos y estos aparecen, en esta segunda parte, en mucha menor cuantía.

Cervantes introduce el relato, de tal forma que Pedro, un cabrero, es el que cuenta, a don Quijote y al lector, la historia del pastor fallecido y su amor por Marcela. Todos los cabreros y la gente del pueblo conocían la historia pero no don Quijote. 

La historia de Grisóstomo y Marcela se divide en tres partes. En la primera, un mozo que abastece a los cabreros es el que les lleva la noticia de la muerte de Grisóstomo. Este relato comienza in media res. En la segunda parte, Pedro, el cabrero pone tanto a don Quijote como a los lectores, al corriente de la historia. La tercera parte es en la que se narran las consecuencias de la historia de amor pero completamente introducidas en el presente. 

La narración comienza contando una historia en pasado pero se enlaza con el presente, de tal forma que queda integrada en la historia principal, la del caballero don Quijote. De esta manera, consigue la unión de dos planos de la narración. En un primer momento don Quijote no es más que el auditorio de un relato para pasar, en la conclusión de la historia, a formar parte de la misma, dándole, de esta manera, una verosimilitud a la historia.

Durante la narración de la historia, don Quijote interrumpirá en distintos momentos a Pedro, para corregirle algunos vocablos mal empleados.

“–Principalmente, decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan, allá en el cielo, el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna.
–Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores –dijo don Quijote.”

“Asimesmo adevinaba cuándo había de ser al año abundante o estil.
–Estéril queréis decir, amigo –dijo don Quijote.”

Sin darnos cuenta el cabrero en este relato pasará de una narración plagada de vulgarismos rústicos, propios de un cabrero, a epítetos y cultismos hacia el final de la misma, lo que nos introduce en el mundo pastoril renacentista.

“Cuál hay que pasa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana, y cuál hay que , sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad del ardor de la más enfadosa siesta del verano, tendido sobre la ardiente arena, envía sus quejar al piadoso cielo.”




Capítulo decimotercero

Termina la historia de Marcela y Grisóstomo. En el capítulo anterior es Pedro el que cuenta tanto a don Quijote como al lector la historia de estos dos pastores. En este capítulo la historia continúa pero en la realidad presente. Don Quijote y otros pastores van caminando y charlando hasta el lugar donde Grisóstomo había dejado dicho que quería que le enterraran. Los que en el capítulo anterior formaban parte de los que escuchaban el relato, pasan a ser parte del mismo, los que representaban el papel de emisor y receptor, en este capítulo, pasan a ser actores y espectadores directos del desenlace de dicha historia.

La noche y el descanso son los elementos que utiliza Cervantes para rompen la situación que pasa de relato a vida real.

En su caminar hasta el lugar del entierro, se irá juntando cada vez más gente a la comitiva y de ella sobresale Vivaldo que actúa, en este caso, como interlocutor de don Quijote, volviendo a la aventura principal del caballero y trayendo, de nuevo, la locura de don Quijote al primer plano.

La voz de Vivalvo es la única que se oirá después del panegírico que hace Ambrosio por su amigo muerto.  Aquí el personaje demuestra su cultura y sus conocimientos sobre la retórica y será capaz de percibir en dicho panegírico tanto el elogio al amigo muerto como el reproche hacia Marcela.

Esta narración empezaba como un cuento y terminará con Ambrosio como acusador de Marcela.

Cervantes realiza una descripción del atuendo de luto típico de los pastores.

“vestidos con pellicos negros y coronadas las cabezas con guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traían cada uno un bastón de acebo en la mano.”

En la conversación entre don Quijote y Vivaldo, este último demuestra sus conocimientos de los libros de caballerías y sobre las normas de los caballeros andantes, llegando en alguna ocasión a corregir a don Quijote. 

En este capítulo, se hace referencia también al legendario rey Arturo de Gales que dio lugar a la leyenda de la Tabla Redonda, que dio lugar a una orden de caballería fundada en la corte de este rey, en la que había personajes como Lanzarote del Lago y la reina Ginebra.

Asimismo, se menciona a la dueña Quintañona que aparece como medianera de los amores adúlteros de Lanzarote y Ginebra y que pertenece al romancero castellano.

Además, don Quijote habla de Amadís de Gaula y todas las novelas de caballerías que se iniciaron en este libro. A continuación apareció el Esplandián que es hijo de Amadís, así como Amadís de Grecia que era el nieto.

“Pues desde entonces de mano en mano, fue aquella orden de caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo, y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos.











En estos seis primeros capítulos, Cervantes presenta a los personajes principales. También, narra la preparación y la primera salida de don Quijote. Alonso Quijano hará esta primera salida solo y volverá apaleado, pero desde su punto de vista, hasta cierto punto, triunfante por haber conseguido ser armado caballero y haber comenzado a hacer realidad su transformación.

¿Qué aventuras vivirá don Quijote en esta primera salida?  Las primeras aventuras que se nos presentan en estos primeros seis capítulos son: Arrieros en la venta, Andrés y Juan Haldudo, y los mercaderes.

Primer capítulo

Las seis primeras palabras de esta obra pertenecen a un octosílabo de un romance-ensaladilla (romance cantado a más de una voz,habitualmente a tres voces) anónimo. En estas primeras palabras, el autor indica que no quiere acordarse del lugar en el que vivía don Quijote. De esta manera, está defendiendo su libertad como creador, ya que así, su personaje está libre de todo determinismo. 

Cervantes utilizaba esta fórmula para comenzar su historia, dándole un comienzo de cuento popular sin importancia. Ya en su principio, el libro se opone a los comienzos de los libros de caballerías, que tenían, mayoritariamente, unos primeros pasos ampulosos.

En este primer capítulo, Alonso Quijano se presenta como un apasionado lector de libros de caballerías. A tanto llega su pasión que desatiende su hacienda por la lectura y la compra de nuevos libros.

 “se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos...”

En un primer momento, Alonso Quijano se propone escribir o finalizar una novela de caballerías. 

“Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, com allí se promete y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran ”

Aquí, se refiere Cervantes a la novela de caballerías de Jerónimo Fernández, Don Belanís de Grecia. Obra compuesta por cuatro libros, en los que su autor dice traducir el libro del original griego del sabio Fristón. El autor de esta obra, la termina diciendo que había perdido el libro y que autorizaba a quien lo encontrara a terminarla.

Pero más adelante decide convertirse él mismo en caballero.

“En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes ejercitaban...”

Como dice Javier Marías: “Aquí tenemos un caso en el que  –primer tema importante– la literatura va a intentar convertirse en vida, al contrario de todas las tendencias realistas habidas y por haber, que intentan plasmar la vida en la literatura. Y es más: Don Quijote va a intentar hacer literatura de su vida”
Ya desde el principio de la obra se hace patente el tema de la locura de don Quijote.  Esta locura, es en cierto modo, una locura pensada. Don Quijote decide hacerse caballero y lo piensa. Asimismo, piensa en su nombre, en el de su caballo, en sus armas. No sucede, que, de la noche a la mañana, don Quijote piense que es caballero, sino que piensa que le gustaría armarse caballero. Esto nos lleva a tener la idea de que Alonso Quijano quería ser otro distinto del que era y decide romper con su vida anterior, si bien es verdad que, esto lo hace llevado de una desbordante pasión y de una manera extenporánea.

Además, cuando Alonso Quijano confunde los héroes realmente históricos y los de las novelas de caballerías. Concede la misma importancia al Cid que a Amadís de Gaula.

Cuando Alonso Quijano prepara sus armas, las limpia, las arregla, empieza ya a crear el personaje imaginario y pasa de la realidad a lo imaginario. Comienza a ajustar la realidad a su imaginación.

Tenemos que tener en cuenta que Alonso Quijano era un hidalgo de un pueblo de la Mancha. Los hidalgos conformaban el escalafón más bajo dentro del estamento de los privilegiados.  La nobleza, en general, ya no se dedicaba a las hazañas heroicas. Esta función la cumplía un ejercito profesional. Los nobles se dedicaban a medrar en la administración y a disfrutar de sus rentas.  En las zonas rurales, y más siendo solo un hidalgo, las posibilidades eran básicamente las de sobrevivir intentando sacar adelante las tierras.  Algunos hidalgos podían participar en justas que se organizaban en Zaragoza, donde había competiciones y festejos similares. Pero en la Mancha esto era también muy improbable, al tratarse de una tierra con muy escasa población. Así que, llevado del aburrimiento, era bastante lógico que Alonso Quijano hubiera caído en la pasión de los libros de caballerías.

El paso de hidalgo aburrido en sus tierras a caballero, le proporcionaba a Alonso Quijano, relevancia social, prestigio y además traía de vuelta el pasado glorioso de los caballeros y le proponía un futuro.

Al comienzo de la historia Cervantes nos habla de Alonso Quijano como si fuera un persona real y habla de la incertidumbre de su nombre que parece que finalmente es Quijano. Esto le aporta al personaje realidad histórica.

Por supuesto, que Cervantes no puede evitar el utilizar la ironía también en este primer capítulo. Hablando de forma irónica sobre el prestigio de las que se llamaron universidades menores, una de las cuales era la de Sigüenza.

“Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar –que era hombre docto, graduado en Sigüenza– sobre cuál había sido mejor caballero...”

En cuanto al nombre elegido de Quijote, como nos dice Salvador de Madariaga, en su libro  Guía del lector del Quijote. Cervantes hace un juego de palabras con el apellido Quijano y el sufijo -ote que viene del nombre de Lanzarote, en las leyendas artúricas. Aunque, sin duda, también tiene su parte humorística ya que quijote era el nombre de la pieza de la armadura que cubría el muslo.

El nombre de rocinante también tiene su parte humorística. Como sabemos rocinante era un pobre caballo escuálido. Por este motivo es rocín antes. Pero también podría ser ante-rocín y de esta manera pasaría a ser el primero y mayor rocín.

En la elección del nombre de Dulcinea, hay una explicación etimológica. Dulcinea era una moza labradora de nombre Aldonza, nombre de origen visigótico y vulgar. Don Quijote toma parte de la palabra y la identifica con el nombre Dulce de origen latino y culto, esta es la forma en la que Aldonza pasa a llamarse Dulcinea.


Segundo capítulo

El segundo capítulo comienza con la primera salida de don Quijote. Al principio, vemos, como en el capítulo anterior, que la locura de don Quijote no es clara o no es total. Él quiere cambiar, quiere convertirse en un caballero afamado y correr aventuras heroicas. Así que, no le cuenta a nadie su intención de cambiar de vida y sale de su casa, muy temprano, con el aspecto de un caballero, montado en su Rocinante y sin que nadie le vea.

“Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rociante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, uy por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo..”

En este capítulo, don Quijote menciona en numerosas ocasiones que sus andanzas heroicas las contarán los cronistas.

Alonso Quijano ha pasado a ser don Quijote y ya no hay vuelta atrás. Es un hombre que se ha transformado en otro ser. Ha cambiado de nombre y ha nacido el caballero andante sin pasado, pero con un futuro prometedor.

“Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?”

“Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista desta peregrina historia , ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras!”

Cuando habla el narrador, da por hecho que don Quijote es un personaje famoso y que en distintas crónicas se pueden encontrar sus hazañas. pero, también tiene su parte irónica porque si su primera aventura no fue la de Puerto Lápice ni la de los Molinos, será que realmente esta primera aventura no tenía nada interesante que contar.

“Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de La Mancha, es que él anduvo todo aquel día...”

Aquí, como en casi toda la obra don Quijote adapta la realidad a su imaginación. 
Transforma la venta en castillo y las rameras en hermosas doncellas. Incluso, se comporta y utiliza el lenguaje que había aprendido en los libros de caballerías.

“y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata...”

Según nos dice Javier Marías en este capítulo la innovación y el recurso son sorprendentes y comienza a complicar los planos narrativos: “un autor inventa un personaje; sin embargo, de ese personaje se insinúa que ya “algo” alguien sabe; ese personaje es uno (Alonso Quijano), pero decide convertirse en otro (Don Quijote); ese otro, el personaje que se ha inventado a sí mismo, el que ya no es la invención del autor, propone a un “sabio” (es decir, al autor) que escriba su historia y la empiece de determinada manera cuanto ése ya la ha comenzado.”

Cervantes narra aquí un amanecer mitológico haciendo una crítica irónica del estilo ampuloso de los libros de caballerías.

“Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas negras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada Aurora que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famosos caballero don Quijote de la Mancha dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel.”

Don Quijote despierta la risa de las personas con las que se cruza, no sólo por el lenguaje que utiliza, como cuando se dirige al huésped y a las rameras, sino por su aspecto. Además de no ser el tiempo de los caballeros andantes, las armas que llevaba no se correspondían con el atuendo de estos. La brida era la manera propia de montar de los caballeros andantes de caballería pesada y la adarga y coselete eran armadura ligera.

En esta, su primera aventura, el ventero entra en el juego de don Quijote, no sabemos si por miedo o para reírse de él y le llama señor caballero.

“Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia.”

También, introducen algunos versos que proceden de romances muy conocidos en la época:

Mis arreos son las armas,
mi descanso el pelear,etc.

El ventero contestará con los dos versos con los que continúa el romance:

mi cama las duras peñas,
mi dormir siempre velar.

Asimismo, se hace una adaptación de uno de los versos de un famosos romance de Lanzarote del Lago:

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél;
princesas, del su rocino

Finalmente, el capítulo se cierra con la cómica cena que con la imaginación de don Quijote y una mala interpretación lingüística transformará el alimento de modestas truchuelas (abadejo) en suculentas truchas.

Como dice Francisco Rico: “El buen humor del ventero y de las rameras, así como la afortunada coincidencia del cuerno del porquero con el que don Quijote piensa que es recibido y al final agasajado, colman plenamente las expectativas de esta su primera salida y le ayudan a ajustar la prosaica realidad al arquetipo formal de la aventura caballeresca fijado por sus lecturas. El sueño de don Quijote contrasta con la grotesca realidad descrita, y del cruce brota la burla, la risa de todos los allí presentes, incapaces de entender la chifladura de un hidalgo que desea ser caballero andante.”



Tercer capítulo

En este capítulo, Cervantes no deja de jugar con el lenguaje, como en el resto de la obra.

“No se curó el arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud; antes trabando de las correas, las arrojó gran trecho de sí”

Cervantes utiliza el verbo curar en los dos sentidos que tenía anteriormente. Utilizaba la palabra curar con el sentido de prestar atención que ya era un uso arcaico en aquella época y con el sentido de sanar.

Cuando don Quijote dice:

“Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallo pecho se le ofrece: no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.”

se sitúa en la tradición del amor cortés. El caballero amante sirve a la mujer amada, que es la señora guía y protectora del caballero.
Cervantes, en este tercer capítulo, cuenta la humorística manera que tuvo don Quijote de armarse caballero.

La importancia fundamental de este capítulo, es que don Quijote es armado caballero. Esta era una cuestión que tenía preocupado a don Quijote desde que salió de su casa, ya que este sabía que si no era armado caballero no podía ejercer la caballería de manera legítima. De esta manera, su preocupación queda solventada.

En la Edad Media, esta ceremonia era muy solemne y había que estar preparado tanto física como mentalmente para desempeñar las funciones de caballero. La ceremonia se consideraba un paso de la juventud a la madurez y se le daba un significado religioso. Por eso, don Quijote buscaba la iglesia del castillo para velar sus armas.

Don Quijote, a pesar de su edad, se sentía preparado y dispuesto para armarse caballero porque, además, en los libros de caballerías había encontrado personajes que habían sido armados caballeros a una edad avanzada, rozando prácticamente la vejez.

El problema de la ceremonia es que, el que le arma caballero, el ventero era un bellaco que no tenía poder para llevar a cabo la ceremonia armar y, además, el armado caballero, don Quijote, es un loco. 

En la venta tanto el ventero como las dos rameras no intentan traer a don Quijote a la realidad sino que le siguen la corriente y se hacen pasar por caballero y doncellas.

Don Quijote había decidido, en el capítulo anterior, salir de su propia realidad para vivir otra vida con más emoción y aventura que la suya propia. En el caso del ventero y las rameras , no quieren traer a la realidad a don Quijote porque sus vidas también son aburridas y esto es una oportunidad para reírse y hacer algo diferente.

Asimismo, el ventero, como su padrino, le da una serie de consejos, que más tarde le moverán a buscarse un escudero. Asimismo, le cuenta sus aventuras como pícaro transformándolas en aventuras caballerescas y realizando un paseo por toda la geografía picaresca de la España de la época. Aquí, queda patente los conocimientos que sobre libros de caballerías tenía el ventero. 

Como ya hemos dicho, tanto el ventero como las dos rameras, siguen la corriente a don Quijote en su locura pero también encontramos que, más adelante, es el narrador el que le sigue la corriente de forma humorística.

“Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y, leyendo en su manual  –como que decía alguna devota oración–, en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada un gentil espaldarazo –siempre murmurando entre dientes, como que rezaba–”

Como el padrino de la ceremonia podríamos decir que es un pícaro, esta resulta humorística.

La primera parte de la ceremonia se realiza en el corral a la luz de la luna y ante el jolgorio de todos los huéspedes de la venta, que se convierte en una escena de entremés donde además no faltarán las pedradas y los golpes. Finalmente, y a causa  del revuelo, el ventero se ve en la obligación de acortar la ceremonia que la limita a la pescozada y el espaldarazo. A esto viene a añadirse la intervención de las dos rameras en la ceremonia, quitándole toda seriedad al acto.

A causa de la invalidez de la ceremonia y de la locura de don Quijote este no podrá ser realmente un caballero aunque él, que se encuentra en su mundo de irrealidad, se siente absolutamente competente para realizar sus funciones como tal.



 Cuarto Capítulo

El capítulo cuarto comienza con: “La del alba”. En este comienzo se sobreentiende la palabra hora (la hora del alba), palabra con la que termina el capítulo anterior: 

“le dejó ir a la buena hora.”

Esta relación entre la última palabra del capítulo anterior y el comienzo del siguiente, parece que podría demostrar que Cervantes no se había planteado, en principio, el escribir una novela de las dimensiones del Quijote. Podría tratarse, de una novela corta sin capítulos, como las novelas ejemplares, en la que la posterior división en capítulos habría podido causar estas relaciones sintácticas entre el final de un capítulo y el comienzo del otro. Aunque algunos críticos piensan que esto es un recurso para darle fluidez a la obra y no producir un corte entre capítulos.

Aquí, don Quijote está pensando en la recomendación que le había dado su padrino de armas, cuando le recomendó que sería de gran interés tener un escudero. Don Quijote hace la primera alusión a Sancho, pero sin mencionar su nombre.

“Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería.”

En este capítulo se desarrolla la característica que va asociada a los caballeros y a la idea de la caballería de don Quijote, su sentido de la justicia.  Esto se realiza a través del incidente del apaleamiento de Andrés, donde encontramos una de las pocas ocasiones en la que realmente aparece este intento de justicia social y, además, no sólo la idea de justicia, sino también la satisfacción del propósito cumplido.

El Quijote se veía como un libro cómico, porque las acciones de los hombres no se juzgaban por su intención sino por su resultado.

En esta aventura tenemos dos factores para analizar. ¿Es justo que don Quijote le hiciera pagar al labrador el dinero que debía a Andrés? Lo que no era correcto es que Andrés estuviera atado a un árbol y le estuvieran apaleado sin poderse defender.  El problema de la justicia es si, realmente, Andrés era culpable o no de lo que se le acusaba. 

Como vemos la acción de don Quijote es satisfactoria para él, pero no para Andrés. Este resulta peor parado a consecuencia de la intervención de don Quijote. Esto en la época resultaba cómico y hoy en día lo veríamos como el resultado de una acción ingenua.

Sin duda, en este capítulo, don Quijote queda consagrado como Caballero, aunque el resultado no fuera el ideal.  El tiene la potestad de actuar como justiciero sin tener la ley en consideración.

Cervantes no olvida aquí tampoco, jugar con el lenguaje :

“–Bien está todo eso –replicó don Quijote–; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagaste, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado.”

En esta aventura, don Quijote vuelve otra vez al amor cortés. Vuelve a colocar a su amada en lo más alto. Dulcinea es un cúmulo de perfecciones.

“–Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de La Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.”

Cuando don Quijote menciona, defendiendo a Dulcinea, el ámbar y la algalia se refiere a unos ungüentos utilizados en la fabricación de perfumes. En ese mismo párrafo hace referencia a los husos de Guadarrama que eran famosos por su calidad y estaban fabricados en madera de haya que nunca se torcía.

“no le mana, digo eso que decís sino ámbar y algalia entre algodones y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama.”

Otra característica del lenguaje de Cervantes, que observamos en este fragmento, es el uso de palabras del juego de cartas. Envidar el resto es apostar todo a una sola carta. En este caso se refiere a descargar toda su cólera sobre don Quijote.

“Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera...”



Quinto capítulo

Don Quijote lleva su locura hasta otro plano. Encontrándose apaleado y sin poderse mover, ya no sólo se siente don Quijote sino cualquier otro caballero andante reconocido. En un momento, se cree Valdovinos, Abindarráez y Reinaldos de Montalbán. Menéndez Pidal centra mucho su atención en el cariz que toma la locura de don Quijote en este capítulo y hablaba de ello, en un discurso, que leyó en 1920 en el Ateneo de Madrid, titulado “Un aspecto de la elaboración del Quijote” y que posteriormente quedó recogido en el libro De Cervantes y Lope de Vega.

Al principio de este capítulo, don Quijote parece estar decidiendo por que parcela de su locura se decide. 

“Viendo, pues que en efecto no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio , que era pensar en algún paso de sus logros y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montaña...”

Siempre que no le gusta su vida o la situación en la que se encuentra, don Quijote, busca una salida satisfactoria en los libros de caballerías. Estos resultan para él un manual de como debe comportarse en su nueva y más excitante vida.

Además, un poco más adelante incluye unos versos de un romance en el que se cuentan acciones caballerescas del Marqués de Mantua y su sobrino Valdovinos.

_ ¿Dónde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora, 
o eres falsa y desleal.

A lo largo del Quijote, vemos que el nombre real de este hidalgo cambia varias veces. En este capítulo, aparece como Quijana.  En el primer capítulo, ya nos decían que podía ser Quijana, Quejan o Quesada. Esto puede ser una intención de Cervantes de darle un sentido libre. De la misma forma, que no se acuerda del lugar de la Mancha donde vivía el hidalgo, tampoco lo sujeta a ningún árbol genealógico.

Dentro de este mismo capítulo, en un momento en el que don Quijote iba sobre su borrico tan quebrantado que apenas se sostenía en él, olvida la historia de Valdovinos y se convierte en el moro Abindarráez, cuando el Alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo, en la novela morisca El Abencerraje y la hermosa Josefa. 

Avanzando un poco más en la lectura, don Quijote vuelve a dar un giro a su locura y cuando el labrador le dice:

“–Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez , no el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, no Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana”

Don Quijote responde:

“–yo sé quién soy –respondió don Quijote–, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por ´si hicieron, se aventajarán las mías.”

El sabe, quizá, realmente quien es, pero quiere ser otra cosa y quiere otra vida y se siente capaz de alcanzar las más grandes hazañas.

En cuanto al lenguaje, se siguen utilizando algunos arcaísmos como malferido o feridas, que ya eran arcaicas en aquel momento pero se utilizan de forma burlesca siguiente el lenguaje utilizado por don Quijote.

“-Abran vuestras mercedes al señor Valdovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera”

“–Ténganse todos, que vengo malferido por la culpa de mi caballo. Llévenme a mi lecho y llámense, si fuera posible, a la sabia Urganda, que cure y cate mis feridas.”

También el narrador entra en el juego del lenguaje arcaizante y dice:

“Lleváronle luego a la cama, y, catándole las feridas, no le hallaron ninguna.”

Cuando el ama menciona a “Hurganda” hace una deformación humorística del nombre de Urganda que era la maga amiga de Amadís y que don Quijote había pedido que la llamaran para curar sus heridas.

Terminando ya la aventura de la primera salida del Quijote, termina la influencia del Entremés de los romances, anónimo y del siglo XVI, en el que un labrador, Bartolo,  quería imitar a los héroes del Romancero y sale en busca de aventuras hasta que termina apaleado.  



Sexto capítulo 

Los seis primeros capítulos de la primera parte del Quijote, podrían ser una novela independiente con trama propia y conclusión pero veremos que después tendrá secuelas que irán formando la novela en su totalidad.

A lo largo del capítulo y con la excusa de revisar la biblioteca de Alonso Quijano, se hace un repaso a la literatura de la época. 

En un principio sólo se habla de las novelas de caballerías como única lectura del Quijote, pero aquí se amplía a otros géneros: la novela pastoril, la poesía heroica, y la lírica amorosa.

Además, Cervantes aprovecha para hace una crítica a algunas traducciones de obras en verso.

En este capítulo, vemos que la librería de don Quijote era extensa, más de cien volúmenes, y que muchos de ellos eran obras recientes del momento. Lo que sí vemos, es que la biblioteca era poco variada en cuanto a su temática. Alonso Quijano no parecía mostrarse interesado por los libros de picaresca, ni por los libros de historia, ni cancioneros o romanceros.

La sobrina es la que denuncia la situación y como si fuera un tribunal inquisitorial, el cura y el barbero, pero particularmente el cura es el que decide los libros que se salvan y los que se queman. Todo el proceso se llevará a cabo de una manera burlesca.

Finalmente, tampoco son tan duros en la condena de los libros. de los veintinueve títulos que se le presentan solo condena a trece y absuelve a otros trece incluidos tres libros de caballerías (el Amadís, el Palmerín y el Tirante). Además salvan tres de pastores (la Diana enamorada de Gil Polo, El pastor de Fílida y Los diez libros de fortuna de amor). También salvan siete de poesía entre los que se encuentra La Galatea del propio Cervantes.

Este juicio sobre los libros de la época, vas más allá de lo que se atrevió a hacer la inquisición que no se decidió a prohibir los libros de caballerías. Tampoco los censores reales pudieron impedir su exportación a América. 

A través de las opiniones y críticas que realiza el cura sobre los libros de don Quijote, Cervantes aprovecha a expresar sus opiniones sobre la literatura de la época, aunque no podemos identificar en su totalidad dichas opiniones con las de Cervantes y tampoco podemos confundir al autor con el personaje. Lo que sí queda patente en este y otros capítulos es la importancia que tienen los libros dentro del Quijote.

Finalmente, deberíamos hacer una mención sobre la importancia de la inclusión de La Galatea dentro de las obras que forman la biblioteca de don Quijote, así como de su autor, Cervantes. El cura es el que introduce a Cervantes en la obra y dice que es su amigo convirtiendo así al autor en un personaje real y de ficción al mismo tiempo y consiguiendo, de esta manera, darle a la obra sensación de realidad.

Con este capítulo se da por finalizada la primera parte del Quijote, aunque realmente la salida termina en el capítulo anterior.